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Educadora vista con ojos de la niña
  Dicen que la madre es quien enseña a hablar al nacer una vida. Parece que por eso, la primera palabra que dice el bebé es "mamá".
  Pero, existe una niña que la aprendió de una educadora del jardín infantil. Se llama Ju Hong Gyong, quien se quedó sordomuda por desgracia.
  Su madre Hyon Mi Yon dice:
  "Yo estaba deseosa de criar bien a mi hija Hong Gyong...
  Fue, de veras, un dolor de cabeza. Pero, en el jardín infantil, la maestra Yun Gyong se encargó de ella y le enseñó a hablar. Mi hija estudia ya en la escuela.
  Ella le enseñó a pronunciar palabras. Por eso estoy agradecida de ella y Hong Gyong la sigue mucho, como a mí."



  Jong Yun Gyong es la educadora del Jardín Infantil de Wasan del municipio Sosong en Pyongyang. Hizo cargo de la enseñanza de Hong Gyong en abril del año pasado. A la sazón, lo único que su madre le rogó con ardor, era hacer que la niña estuviera en buena armonía con sus colegas.
  La educadora recuerda que por eso le enseñó a tocar el tambor, haciéndole participar en la fiesta deportiva por el Primero de Junio, cuando se le surgió de repente en su alma un vago impulso, y prosigue:
  "Pensaba yo que mi deber consistía sólo en familiarizar a Hong Gyong con otros niños. Sin embargo, a medida que pasaba los días junto con ella, me cabía la duda de que si fuera mi hija carnal, la habría dejado así sin remedio alguno. Y expuse a su madre la voluntad de criarla con toda la conciencia de la educadora."
  Después de una minuciosa observación sobre el estado de la niña, Jong Yun Gyong comenzó a someterla a los ejercicios para relajar la tiesura de sus labios.
  En realidad, no le fue fácil conocer las características de cada letra y darle a conocerlas. Hubo letras que no pronunciaba bien, aunque le hizo repetir centenares de veces.
  La maestra estaba tan impaciente, que le hizo meter un dedo en su laringe, para que sintiera en todas las fibras de su ser cómo se producía el sonido, a través de la situación y vibración de la lengua.
  Hubo momentos de agotamiento físico y espiritual, porque se dedicaba de día a la enseñanza de los pequeños, y de regreso a casa, debía atender a su hijo de 4 años de edad y a los suegros.
  Jong Yun Gyong dice que pero, lo que más le torturaba fue la idea de molestar en vano a Hong Gyong.
  Gracias a tal devoción, la niña se adiestró ya en leer el alfabeto y comenzó a aprender vocablos.
  "La primera palabra que Hong Gyong me dijo fue 'mamá'. Al oírla, la abracé y lloré, porque pareció que me llamaba mi hija carnal. Me pareció que abrazaba a mi hija y yo era la auténtica madre de ella.
  Ahora Hong Gyong estudia en la escuela.
  A decir la verdad, creo que carece del afecto que le dispensé y lo que le enseñé. Al verla acudir a la escuela con la cartera en sus espaldas, me siento una vez más orgullosa de ser educadora."



  Al igual que otros niños, Hong Gyong podrá cursar el estudio primario y el secundario. Y ella verá en los educadores concienzudos y abnegados la imagen de la madre.