Combatientes del sector médico del ejército que han demostrado su valentía en los campos de batalla contra la epidemia en la capital:
Hoy nos hemos reunido aquí no para un balance ni para impartir alguna tarea especial, sino solamente para yo encontrarme en persona con los compañeros que han trabajado más que nadie, condecorarles y dejar fotos de recuerdo.
Ya pasó la crisis epidémica y recibí el parte de que ustedes abandonaron las calles capitalinas. A lo largo de estos días sentí un vacío, ustedes siguieron ocupando toda mi mente y no pude dejar de sentirme insatisfecho por haber faltado a mi deber con ustedes.
Aún más: la noticia de que miles de combatientes partieron en silencio en la noche bien avanzada y la madrugada, sin ninguna ceremonia oficial de despedida, con tal de no causarles incomodidad a los capitalinos, me hizo más intensa la añoranza de ustedes, dispuestos a cumplir con lealtad sus obligaciones como soldados del Partido y el pueblo, y el deseo de hacer algo en favor de ustedes.
Para quiénes y cómo combatieron ustedes fue evaluado debidamente por el pueblo cuyos ojos estaban anegados de lágrimas de emoción cuando despedían a ustedes que se iban sin ningún anuncio tras cumplir sus misiones.
Esta es la apreciación más valiosa que no se puede obtener con todas las riquezas del mundo, la más alta premiación que ustedes pueden ganar como soldados del ejército revolucionario.
Di la orden de reunir hoy a ustedes con el propósito de animarlos personalmente y volver a valorar en grande sus esfuerzos y hazañas, recogiendo el sentir de los capitalinos que, según oí decir, lamentaron mucho que se percataran tardíamente de su retorno a sus unidades respectivas.
Combatientes del sector médico del ejército:
Siento mucho no haber organizado con antelación una cita como esta.
Aunque sea de su incumbencia proteger al pueblo a costa del sacrificio, para mí su salud y su bienestar son también como gotas de sangre y trozos de carne que no podemos perder jamás. Por eso en todo el curso del batallar antiepidémico me preocupé mucho de ustedes, encargados directos de la tarea de afrontar la pandemia.
Y ahora me da una infinita alegría ver tan saludables y vigorosos a todos ustedes que defendieron de la epidemia a la capital.
Por todo ello, antes de felicitar a los vencedores de la guerra con la pandemia, siento y muestro gratitud por que hayan superado la crisis y conserven tan bien su salud.
Compañeros:
Esta vez ustedes libraron un bregar realmente formidable.
Se lo agradezco de corazón en nombre del Partido, la patria y el pueblo.
Tal como apreciamos sus éxitos de lucha en el reciente balance nacional de la labor antiepidémica de emergencia, ustedes sí que trabajaron mucho con la fe indomable y el coraje redoblado en la defensa de la capital y del pueblo que duró 91 días.
La región capitalina donde estuvieron fue el escenario clave que decidía la victoria o la derrota de la lucha estatal contra la epidemia.
Aún conservo frescos en la mente aquellos instantes apremiantes en que yo firmaba el acta de la orden de destinarlos a la batalla antiepidémica capitalina.
De pie en este lugar frente a ustedes, recuerdo nítidamente los pasados días 14 y 15 de mayo en que debido a la repentina expansión de la epidemia se declaró la máxima crisis profiláctica nacional, que por ello la capital y el país entero estaban desiertos, con un silencio aterrador, como si se hubieran desalojado de un momento a otro, y que me sostenía a duras penas recorriendo calles solitarias donde no se veía un alma. También evoco aquellos momentos inquietantes y duros en que no me quedaba otro recurso que observar con inquietud a las personas haciendo cola o apiñadas delante de las farmacias mal abastecidas de medicamentos por la inaudita crisis sanitaria, en que recibía los informes sobre la difusión explosiva de la pandemia, y en que sentía el irrestible deseo de confiarle al ejército mi destino entero.
A los cuatro días de que hubiéramos pasado del sistema profiláctico estatal al de la máxima reacción a la crisis nacional, es decir, el 15 de mayo, el Buró Político del Comité Central del Partido y la Comisión Militar Central del Partido analizaron la situación de la salud en el país, adoptó medidas abarcadoras y trascendentales como resistencia resuelta a la propagación de la pandemia y una de las más importantes fue convocar a ustedes, los compañeros del sector médico del Ejército Popular, a defender a la capital a cualquier precio.
En todo el transcurso de la superación de la crítica situación sanitaria, ustedes se esforzaron con tenacidad, más de lo que esperaba el Partido, demostrando el espíritu perseverante, la indestructible capacidad de combate, las nobles cualidades y la admirable entereza del ejército del Partido.
Ahora nos damos cuenta de que la defensa de la capital, llevada a cabo por el ejército, fue una operación perfectísima, intachable desde el principio hasta el fin.
El simple hecho de que ante el acucioso imperativo el sector médico del ejército, preparado para la guerra, se desplazara a la primera línea, adquirió una gran connotación por inyectar la fe a todo el país donde reinaba el ambiente de la profilaxis de emergencia, infundir el ánimo al pueblo que se inquietaba ante la propagación de la fiebre y revertir la desfavorable situación epidémica.
En efecto, si no hubiera sido por los combatientes del sector médico del ejército, la campaña de la máxima emergencia se hubiera tornado más encarnizada y ardua.
En aquellos tiempos en que corría mayor peligro la capital que debía ser el centro y el último bastión del manejo estatal de la crisis, ni las organizaciones partidistas capitalinas ni las instituciones estatales oponían resistencia oportunamente y el mencionado sector fue el único en que confiaba el Comité Central del Partido.
Con su abnegación y lucha, ustedes patentizaron que no fueron vanas la confianza y expectativa del Comité Central del Partido y que fue correcta su decisión de destinar con una prontitud de relámpago a la élite del sector al suministro de fármacos de la capital, el clave de la campaña profiláctica de emergencia.
En esos momentos de creciente inquietud ante la crisis inédita para cualquiera, ustedes dieron una gran muestra de valentía y sacrificio, típicos rasgos espirituales que emanan de la lealtad excepcional de nuestros soldados que leen mejor que nadie los pensamientos más íntimos de su Comandante y no vacilan en acatar sus propósitos.
Por primera vez en su vida realizaban la tarea de proveer con prontitud de medicamentos a las personas de distintos estratos sociales, a los hombres, mujeres, niños y ancianos, pero imbuidos de la lealtad absoluta a la orden del Comité Central del Partido y el amor incondicional y el sacrificio al pueblo protagonizaron bellos gestos con un detalle, una meticulosidad y una devoción que ni siquiera los farmacéuticos podían concebir.
Ustedes no son meros trabajadores sanitarios en uniformes. Son también soldados revolucionarios infinitamente fieles al Partido, hijos y hermanos carnales del pueblo. Y este es su verdadero aspecto que quedó esculpido indeleblemente en la mente de los capitalinos en aquellos 91 días sagrados.
Al ser enviados a las farmacias capitalinas, se les dio la orden de estabilizar el transporte y suministro de medicamentos, pero hicieron más: dieron todo su ser para preservar la vida y la salud de la población.
Aunque se cansaban en extremo e inimaginablemente en lo físico y mental a causa de las continuas guardias diurnas y nocturnas, apresuraron los pasos bajo el sol candente en dirección a las familias necesitadas de medicamentos y visitaron hasta el último de los febricitantes de la lista para ayudarlos con sinceridad a sacudirse la enfermedad, considerándolo todo como su deber.
Todos sus hermosos procederes fueron muy emocionantes. Visitaron a los veteranos de guerra, ex militares minusválidos y hombres de mérito para entregarles las medicinas contra la epidemia y también los tónicos. Resucitaron a los pacientes donando sangre y con la respiración artificial por vía bucal. Y restaron sin titubeos de los cereales que les tocaban y compraron alimentos con el dinero que les enviaron sus padres para repartirlos a las familias de precaria situación económica.
A mi juicio, lo más encomiable fue la sinceridad de que se caracterizaron en todo momento el contacto y el trato de los militares y los civiles.
Los segundos trataron a los primeros como sus propios hijos y hermanos no porque les entregaran medicinas y alimentos.
Por voluntad propia los llamaron "nuestros soldados benévolos", "nuestros hijos" y "nuestros nietos" porque percibían en todo su ser lo mucho que se preocupaban por ellos, la sinceridad con que los atendían y el amor con que se les entregaban de lleno.
Entre los combatientes del sector médico del Ejército Popular hay los que, aunque sabían de las desgracias de sus familias y de sus familiares gravemente enfermos aguantaron los dolores y sufrimientos para ser fieles a su sagrada misión de atender con todo cariño a los ciudadanos, y también los oficiales y soldados que si bien padecían de la enfermedad siguieron consagrándose al pueblo hasta los últimos momentos de su vida.
Tales gestos laudables no se realizan ni son imaginables jamás como resultado de una orden. Se efectúan y se explican solo por las nobles cualidades espirituales y morales de nuestro Ejército Popular.
Voy a contar algunos hechos dignos de elogios relacionados con nuestros combatientes del sector médico del ejército.
Según me informaron en varias ocasiones las organizaciones partidistas de la capital, se presentaron sin cesar las "quejas" por parte de los civiles que catalogaban de "desalmados" a los combatientes.
Es que los civiles, si bien les estaban muy agradecidos en todos los demás aspectos, se lamentaban de que estuvieran renuentes a aceptar sus modestas muestras de sinceridad y se mantuvieran en su actitud de que les bastaba con beber el agua y respirar el aire.
Pero, considero muy natural y digno de alabanzas que en esta guerra antiepidémica en la capital mantuvieran el principio moral del Ejército Popular de que bajo ningún concepto podía ser una carga para el pueblo.
Igualmente resulta loable que algunos compañeros entregaran medicamentos a quienes no se atrevían a acudir a las farmacias porque habían cometido delitos contra el Estado y así lograron que todos, sin excepción alguna, disfrutaran de los beneficios de nuestro régimen.
A nuestro Partido lo alegra y lo satisface más que nada haber confirmado una vez más el espíritu tan noble y el verdadero aspecto de un ejército poderoso en lo político e ideológico que, lejos de ser un ejecutor mecánico de las órdenes, piensa y actúa con acierto conociendo bien la voluntad y la política del Partido.
También los encargados del transporte de medicamentos a las unidades suministradoras de los mismos trabajaron mucho por los habitantes, recorriendo día y noche las calles y viviendas capitalinas.
Supongo que sus nobles y abnegados rasgos espirituales les dieron una fuerza descomunal a los capitalinos para que se libraran del pánico de la pandemia y promovieron en toda la sociedad las bellas virtudes comunistas.
Cada vez que me informaba de los hermosos gestos y otros actos loables de los magníficos combatientes del sector médico del Ejército Popular, yo me imaginaba cuán satisfechos y orgullosos se sentirían sus padres, hermanos, esposas e hijos y sentía el deseo más intenso de enaltecerlos y valorarlos.
Todos ustedes son médicos del frente y héroes de combate, puesto que no vacilaron en lo mínimo en la lucha contra el virus que pone en peligro a la humanidad, aunque en ella no hubo balas que amenazaran con acabar con su vida.
En virtud de su lucha resuelta, se exhibió plenamente la disposición de nuestro Ejército de arrostrar todos los peligros para cumplir la orden del Partido y se defendió firmemente el precioso patrimonio revolucionario de la gran unidad ejército-pueblo, raíz que nutre a nuestra sociedad.
Además, se demostró sin reserva su capacidad de afrontar y vencer con todas las de la ley tanto los conflictos militares como los desafíos no militares que amenazan a cada momento la seguridad del Estado y la vida y los bienes del pueblo.
Como Secretario General del Partido y Comandante Supremo de las fuerzas armadas de la República, siento un gran orgullo y valoro altamente el hecho de que los generales, oficiales y soldados que habían aceptado la orden especial de la Comisión Militar Central del Partido del Trabajo de Corea lucharan heroicamente exponiendo al máximo su lealtad al Partido y la revolución, su abnegación al pueblo y su patriotismo y contribuyeran sustancialmente a lograr con anticipación una gran victoria en la guerra contra la epidemia.
Combatientes del sector médico del ejército:
Como ustedes habrán experimentado en carne propia, es extraordinaria la confianza del Parido y el pueblo en el Ejército Popular y la mayor combatividad del sector es una demanda indispensable tanto en los tiempos de paz como en la guerra.
En especial, la modernización del sector y el perfeccionamiento de sus preparativos de combate revisten una significación cada vez mayor en la ejecución de la guerra.
Nuestro ejército puede cumplir con su misión estratégica militar si preserva sus fuerzas en los enfrentamientos enconados. Desde ese punto de vista, el sector médico del ejército asume un papel muy importante.
A este sector le compete materializar cabalmente la idea y la orientación del Partido sobre la medicina militar de acuerdo con su misión de asegurar los recursos humanos como ejecutores de la guerra, y ponerse a la cabeza en la tarea de consolidar y desarrollar la salud pública del país.
Cuando la alta fidelidad, el amor al pueblo y el noble humanitarismo manifestados en la reciente campaña antiepidémica se combinan con los adelantos de las ciencias médicas, podrán manejar con habilidad cualquier combate quirúrgico y crisis sanitaria de interés público.
La Academia de Medicina Militar Rim Chun Chu, cantera de médicos del Ejército Popular, desempeñará como es debido el papel orientador y protagónico en la formación de médicos militares y el desarrollo de la medicina militar. Además, será la bandera y el ejemplo de todo el país en renovar el conjunto de la labor docente.
Se enfocará a elevar el nivel científico, teórico y clínico del personal docente y el estudiantado, renovará sin cesar el contenido, los métodos y medios de la enseñanza conforme al principio de la pedagogía moderna y logrará que todos, una vez graduados, sean diestros y famosos médicos de campaña capaces de cumplir su misión de modo independiente y satisfactorio en tiempos de guerra.
Estudiará más y perfeccionará la terapéutica de campaña a nuestro estilo conforme a los cambios de las circunstancias bélicas y la tendencia mundial de la medicina militar, se esforzará para modernizar los equipos y aparatos médicos y así hará aportes destacados a redondear los preparativos de combate del sector médico del ejército.
No se dormirá jamás sobre los laureles tras la reciente campaña profiláctica de máxima emergencia sino reforzará las labores partidistas, docentes y administrativas promoviendo y divulgando ampliamente las experiencias positivas y corrigiendo las deficiencias.
La Dirección Política General y las organizaciones partidistas a todas las instancias del Ejército Popular educarán a todos los militares en los excelentes rasgos de lucha manifestados por los miembros del sector y realizarán de forma sustancial la labor política destinada a generalizar los ejemplos.
Combatientes del sector médico del ejército:
Es un orgullo y un honor especial que en la última campaña antiepidémica ustedes hayan dejado huellas imborrables en la trayectoria de la lucha abnegada del ejército por el pueblo.
Cada huella de lealtad, patriotismo, amor y abnegación que ustedes han dejado en el libro de combate durante 91 días será para siempre un recuerdo inolvidable y guiará eterna e invariablemente su vida al servicio de la patria y el pueblo.
Tendrán siempre presentes la confianza y expectativa del Comité Central del Partido, se esforzarán de forma constante por seguir grabando aquellas huellas excelentes y estarán plenamente preparados en lo político-ideológico y en lo técnico-práctico.
Compañeros,
Registrarán solamente victorias y glorias en el itinerario del Ejército Popular, nuestras fuerzas armadas revolucionarias que siguen con lealtad al Partido y se consagran al pueblo para merecer siempre el calificativo sagrado y glorioso que es "ejército del pueblo".
Ustedes salieron victoriosos al derrotar con esfuerzos incansables el virus maligno y defender a todo trance la línea de profilaxis de la que no podíamos retroceder jamás, en fiel cumplimiento de la importante orden del Partido de salvaguardar incondicionalmente la seguridad y el bienestar de nuestro Estado, régimen y pueblo, con la disposición de luchar resueltamente hasta que les quedara la última gota de sangre. Yo les propongo tomarnos una foto en conmemoración de una victoria significativa que se registrará eternamente en la historia de nuestro Partido y Estado.
Para mí constituye un gran orgullo y honor hacer la revolución con oficiales y soldados fieles como ustedes.
Compañeros,
¡Sirvamos con lealtad a nuestro gran Estado, a nuestro gran Partido, a nuestro gran pueblo y a nuestra dignidad y honor!
Hoy nos hemos reunido aquí no para un balance ni para impartir alguna tarea especial, sino solamente para yo encontrarme en persona con los compañeros que han trabajado más que nadie, condecorarles y dejar fotos de recuerdo.
Ya pasó la crisis epidémica y recibí el parte de que ustedes abandonaron las calles capitalinas. A lo largo de estos días sentí un vacío, ustedes siguieron ocupando toda mi mente y no pude dejar de sentirme insatisfecho por haber faltado a mi deber con ustedes.
Aún más: la noticia de que miles de combatientes partieron en silencio en la noche bien avanzada y la madrugada, sin ninguna ceremonia oficial de despedida, con tal de no causarles incomodidad a los capitalinos, me hizo más intensa la añoranza de ustedes, dispuestos a cumplir con lealtad sus obligaciones como soldados del Partido y el pueblo, y el deseo de hacer algo en favor de ustedes.
Para quiénes y cómo combatieron ustedes fue evaluado debidamente por el pueblo cuyos ojos estaban anegados de lágrimas de emoción cuando despedían a ustedes que se iban sin ningún anuncio tras cumplir sus misiones.
Esta es la apreciación más valiosa que no se puede obtener con todas las riquezas del mundo, la más alta premiación que ustedes pueden ganar como soldados del ejército revolucionario.
Di la orden de reunir hoy a ustedes con el propósito de animarlos personalmente y volver a valorar en grande sus esfuerzos y hazañas, recogiendo el sentir de los capitalinos que, según oí decir, lamentaron mucho que se percataran tardíamente de su retorno a sus unidades respectivas.
Combatientes del sector médico del ejército:
Siento mucho no haber organizado con antelación una cita como esta.
Aunque sea de su incumbencia proteger al pueblo a costa del sacrificio, para mí su salud y su bienestar son también como gotas de sangre y trozos de carne que no podemos perder jamás. Por eso en todo el curso del batallar antiepidémico me preocupé mucho de ustedes, encargados directos de la tarea de afrontar la pandemia.
Y ahora me da una infinita alegría ver tan saludables y vigorosos a todos ustedes que defendieron de la epidemia a la capital.
Por todo ello, antes de felicitar a los vencedores de la guerra con la pandemia, siento y muestro gratitud por que hayan superado la crisis y conserven tan bien su salud.
Compañeros:
Esta vez ustedes libraron un bregar realmente formidable.
Se lo agradezco de corazón en nombre del Partido, la patria y el pueblo.
Tal como apreciamos sus éxitos de lucha en el reciente balance nacional de la labor antiepidémica de emergencia, ustedes sí que trabajaron mucho con la fe indomable y el coraje redoblado en la defensa de la capital y del pueblo que duró 91 días.
La región capitalina donde estuvieron fue el escenario clave que decidía la victoria o la derrota de la lucha estatal contra la epidemia.
Aún conservo frescos en la mente aquellos instantes apremiantes en que yo firmaba el acta de la orden de destinarlos a la batalla antiepidémica capitalina.
De pie en este lugar frente a ustedes, recuerdo nítidamente los pasados días 14 y 15 de mayo en que debido a la repentina expansión de la epidemia se declaró la máxima crisis profiláctica nacional, que por ello la capital y el país entero estaban desiertos, con un silencio aterrador, como si se hubieran desalojado de un momento a otro, y que me sostenía a duras penas recorriendo calles solitarias donde no se veía un alma. También evoco aquellos momentos inquietantes y duros en que no me quedaba otro recurso que observar con inquietud a las personas haciendo cola o apiñadas delante de las farmacias mal abastecidas de medicamentos por la inaudita crisis sanitaria, en que recibía los informes sobre la difusión explosiva de la pandemia, y en que sentía el irrestible deseo de confiarle al ejército mi destino entero.
A los cuatro días de que hubiéramos pasado del sistema profiláctico estatal al de la máxima reacción a la crisis nacional, es decir, el 15 de mayo, el Buró Político del Comité Central del Partido y la Comisión Militar Central del Partido analizaron la situación de la salud en el país, adoptó medidas abarcadoras y trascendentales como resistencia resuelta a la propagación de la pandemia y una de las más importantes fue convocar a ustedes, los compañeros del sector médico del Ejército Popular, a defender a la capital a cualquier precio.
En todo el transcurso de la superación de la crítica situación sanitaria, ustedes se esforzaron con tenacidad, más de lo que esperaba el Partido, demostrando el espíritu perseverante, la indestructible capacidad de combate, las nobles cualidades y la admirable entereza del ejército del Partido.
Ahora nos damos cuenta de que la defensa de la capital, llevada a cabo por el ejército, fue una operación perfectísima, intachable desde el principio hasta el fin.
El simple hecho de que ante el acucioso imperativo el sector médico del ejército, preparado para la guerra, se desplazara a la primera línea, adquirió una gran connotación por inyectar la fe a todo el país donde reinaba el ambiente de la profilaxis de emergencia, infundir el ánimo al pueblo que se inquietaba ante la propagación de la fiebre y revertir la desfavorable situación epidémica.
En efecto, si no hubiera sido por los combatientes del sector médico del ejército, la campaña de la máxima emergencia se hubiera tornado más encarnizada y ardua.
En aquellos tiempos en que corría mayor peligro la capital que debía ser el centro y el último bastión del manejo estatal de la crisis, ni las organizaciones partidistas capitalinas ni las instituciones estatales oponían resistencia oportunamente y el mencionado sector fue el único en que confiaba el Comité Central del Partido.
Con su abnegación y lucha, ustedes patentizaron que no fueron vanas la confianza y expectativa del Comité Central del Partido y que fue correcta su decisión de destinar con una prontitud de relámpago a la élite del sector al suministro de fármacos de la capital, el clave de la campaña profiláctica de emergencia.
En esos momentos de creciente inquietud ante la crisis inédita para cualquiera, ustedes dieron una gran muestra de valentía y sacrificio, típicos rasgos espirituales que emanan de la lealtad excepcional de nuestros soldados que leen mejor que nadie los pensamientos más íntimos de su Comandante y no vacilan en acatar sus propósitos.
Por primera vez en su vida realizaban la tarea de proveer con prontitud de medicamentos a las personas de distintos estratos sociales, a los hombres, mujeres, niños y ancianos, pero imbuidos de la lealtad absoluta a la orden del Comité Central del Partido y el amor incondicional y el sacrificio al pueblo protagonizaron bellos gestos con un detalle, una meticulosidad y una devoción que ni siquiera los farmacéuticos podían concebir.
Ustedes no son meros trabajadores sanitarios en uniformes. Son también soldados revolucionarios infinitamente fieles al Partido, hijos y hermanos carnales del pueblo. Y este es su verdadero aspecto que quedó esculpido indeleblemente en la mente de los capitalinos en aquellos 91 días sagrados.
Al ser enviados a las farmacias capitalinas, se les dio la orden de estabilizar el transporte y suministro de medicamentos, pero hicieron más: dieron todo su ser para preservar la vida y la salud de la población.
Aunque se cansaban en extremo e inimaginablemente en lo físico y mental a causa de las continuas guardias diurnas y nocturnas, apresuraron los pasos bajo el sol candente en dirección a las familias necesitadas de medicamentos y visitaron hasta el último de los febricitantes de la lista para ayudarlos con sinceridad a sacudirse la enfermedad, considerándolo todo como su deber.
Todos sus hermosos procederes fueron muy emocionantes. Visitaron a los veteranos de guerra, ex militares minusválidos y hombres de mérito para entregarles las medicinas contra la epidemia y también los tónicos. Resucitaron a los pacientes donando sangre y con la respiración artificial por vía bucal. Y restaron sin titubeos de los cereales que les tocaban y compraron alimentos con el dinero que les enviaron sus padres para repartirlos a las familias de precaria situación económica.
A mi juicio, lo más encomiable fue la sinceridad de que se caracterizaron en todo momento el contacto y el trato de los militares y los civiles.
Los segundos trataron a los primeros como sus propios hijos y hermanos no porque les entregaran medicinas y alimentos.
Por voluntad propia los llamaron "nuestros soldados benévolos", "nuestros hijos" y "nuestros nietos" porque percibían en todo su ser lo mucho que se preocupaban por ellos, la sinceridad con que los atendían y el amor con que se les entregaban de lleno.
Entre los combatientes del sector médico del Ejército Popular hay los que, aunque sabían de las desgracias de sus familias y de sus familiares gravemente enfermos aguantaron los dolores y sufrimientos para ser fieles a su sagrada misión de atender con todo cariño a los ciudadanos, y también los oficiales y soldados que si bien padecían de la enfermedad siguieron consagrándose al pueblo hasta los últimos momentos de su vida.
Tales gestos laudables no se realizan ni son imaginables jamás como resultado de una orden. Se efectúan y se explican solo por las nobles cualidades espirituales y morales de nuestro Ejército Popular.
Voy a contar algunos hechos dignos de elogios relacionados con nuestros combatientes del sector médico del ejército.
Según me informaron en varias ocasiones las organizaciones partidistas de la capital, se presentaron sin cesar las "quejas" por parte de los civiles que catalogaban de "desalmados" a los combatientes.
Es que los civiles, si bien les estaban muy agradecidos en todos los demás aspectos, se lamentaban de que estuvieran renuentes a aceptar sus modestas muestras de sinceridad y se mantuvieran en su actitud de que les bastaba con beber el agua y respirar el aire.
Pero, considero muy natural y digno de alabanzas que en esta guerra antiepidémica en la capital mantuvieran el principio moral del Ejército Popular de que bajo ningún concepto podía ser una carga para el pueblo.
Igualmente resulta loable que algunos compañeros entregaran medicamentos a quienes no se atrevían a acudir a las farmacias porque habían cometido delitos contra el Estado y así lograron que todos, sin excepción alguna, disfrutaran de los beneficios de nuestro régimen.
A nuestro Partido lo alegra y lo satisface más que nada haber confirmado una vez más el espíritu tan noble y el verdadero aspecto de un ejército poderoso en lo político e ideológico que, lejos de ser un ejecutor mecánico de las órdenes, piensa y actúa con acierto conociendo bien la voluntad y la política del Partido.
También los encargados del transporte de medicamentos a las unidades suministradoras de los mismos trabajaron mucho por los habitantes, recorriendo día y noche las calles y viviendas capitalinas.
Supongo que sus nobles y abnegados rasgos espirituales les dieron una fuerza descomunal a los capitalinos para que se libraran del pánico de la pandemia y promovieron en toda la sociedad las bellas virtudes comunistas.
Cada vez que me informaba de los hermosos gestos y otros actos loables de los magníficos combatientes del sector médico del Ejército Popular, yo me imaginaba cuán satisfechos y orgullosos se sentirían sus padres, hermanos, esposas e hijos y sentía el deseo más intenso de enaltecerlos y valorarlos.
Todos ustedes son médicos del frente y héroes de combate, puesto que no vacilaron en lo mínimo en la lucha contra el virus que pone en peligro a la humanidad, aunque en ella no hubo balas que amenazaran con acabar con su vida.
En virtud de su lucha resuelta, se exhibió plenamente la disposición de nuestro Ejército de arrostrar todos los peligros para cumplir la orden del Partido y se defendió firmemente el precioso patrimonio revolucionario de la gran unidad ejército-pueblo, raíz que nutre a nuestra sociedad.
Además, se demostró sin reserva su capacidad de afrontar y vencer con todas las de la ley tanto los conflictos militares como los desafíos no militares que amenazan a cada momento la seguridad del Estado y la vida y los bienes del pueblo.
Como Secretario General del Partido y Comandante Supremo de las fuerzas armadas de la República, siento un gran orgullo y valoro altamente el hecho de que los generales, oficiales y soldados que habían aceptado la orden especial de la Comisión Militar Central del Partido del Trabajo de Corea lucharan heroicamente exponiendo al máximo su lealtad al Partido y la revolución, su abnegación al pueblo y su patriotismo y contribuyeran sustancialmente a lograr con anticipación una gran victoria en la guerra contra la epidemia.
Combatientes del sector médico del ejército:
Como ustedes habrán experimentado en carne propia, es extraordinaria la confianza del Parido y el pueblo en el Ejército Popular y la mayor combatividad del sector es una demanda indispensable tanto en los tiempos de paz como en la guerra.
En especial, la modernización del sector y el perfeccionamiento de sus preparativos de combate revisten una significación cada vez mayor en la ejecución de la guerra.
Nuestro ejército puede cumplir con su misión estratégica militar si preserva sus fuerzas en los enfrentamientos enconados. Desde ese punto de vista, el sector médico del ejército asume un papel muy importante.
A este sector le compete materializar cabalmente la idea y la orientación del Partido sobre la medicina militar de acuerdo con su misión de asegurar los recursos humanos como ejecutores de la guerra, y ponerse a la cabeza en la tarea de consolidar y desarrollar la salud pública del país.
Cuando la alta fidelidad, el amor al pueblo y el noble humanitarismo manifestados en la reciente campaña antiepidémica se combinan con los adelantos de las ciencias médicas, podrán manejar con habilidad cualquier combate quirúrgico y crisis sanitaria de interés público.
La Academia de Medicina Militar Rim Chun Chu, cantera de médicos del Ejército Popular, desempeñará como es debido el papel orientador y protagónico en la formación de médicos militares y el desarrollo de la medicina militar. Además, será la bandera y el ejemplo de todo el país en renovar el conjunto de la labor docente.
Se enfocará a elevar el nivel científico, teórico y clínico del personal docente y el estudiantado, renovará sin cesar el contenido, los métodos y medios de la enseñanza conforme al principio de la pedagogía moderna y logrará que todos, una vez graduados, sean diestros y famosos médicos de campaña capaces de cumplir su misión de modo independiente y satisfactorio en tiempos de guerra.
Estudiará más y perfeccionará la terapéutica de campaña a nuestro estilo conforme a los cambios de las circunstancias bélicas y la tendencia mundial de la medicina militar, se esforzará para modernizar los equipos y aparatos médicos y así hará aportes destacados a redondear los preparativos de combate del sector médico del ejército.
No se dormirá jamás sobre los laureles tras la reciente campaña profiláctica de máxima emergencia sino reforzará las labores partidistas, docentes y administrativas promoviendo y divulgando ampliamente las experiencias positivas y corrigiendo las deficiencias.
La Dirección Política General y las organizaciones partidistas a todas las instancias del Ejército Popular educarán a todos los militares en los excelentes rasgos de lucha manifestados por los miembros del sector y realizarán de forma sustancial la labor política destinada a generalizar los ejemplos.
Combatientes del sector médico del ejército:
Es un orgullo y un honor especial que en la última campaña antiepidémica ustedes hayan dejado huellas imborrables en la trayectoria de la lucha abnegada del ejército por el pueblo.
Cada huella de lealtad, patriotismo, amor y abnegación que ustedes han dejado en el libro de combate durante 91 días será para siempre un recuerdo inolvidable y guiará eterna e invariablemente su vida al servicio de la patria y el pueblo.
Tendrán siempre presentes la confianza y expectativa del Comité Central del Partido, se esforzarán de forma constante por seguir grabando aquellas huellas excelentes y estarán plenamente preparados en lo político-ideológico y en lo técnico-práctico.
Compañeros,
Registrarán solamente victorias y glorias en el itinerario del Ejército Popular, nuestras fuerzas armadas revolucionarias que siguen con lealtad al Partido y se consagran al pueblo para merecer siempre el calificativo sagrado y glorioso que es "ejército del pueblo".
Ustedes salieron victoriosos al derrotar con esfuerzos incansables el virus maligno y defender a todo trance la línea de profilaxis de la que no podíamos retroceder jamás, en fiel cumplimiento de la importante orden del Partido de salvaguardar incondicionalmente la seguridad y el bienestar de nuestro Estado, régimen y pueblo, con la disposición de luchar resueltamente hasta que les quedara la última gota de sangre. Yo les propongo tomarnos una foto en conmemoración de una victoria significativa que se registrará eternamente en la historia de nuestro Partido y Estado.
Para mí constituye un gran orgullo y honor hacer la revolución con oficiales y soldados fieles como ustedes.
Compañeros,
¡Sirvamos con lealtad a nuestro gran Estado, a nuestro gran Partido, a nuestro gran pueblo y a nuestra dignidad y honor!